Ordenando los cajones de mi habitación, bajo una maraña de cables sin sentido, y cubierto por un montón de facturas de teléfono, un par de clips y alguna que otra goma del pelo, descubrí una pequeña nota escrita en una servilleta de papel. Hace ya como unos seis o siete meses que la escribí y en ella intenté plasmar un pedazo de lo que ocurría por aquel entonces dentro de mi cuerpecito, al que nunca se le dio bien resistir la metralla. Supongo que me entró un ataque de sinceridad y quise decirte muchas cosas pero siempre fui muy cobarde así que se lo conté todo a una servilleta de bar.
Releyéndola llego a la conclusión de que puede que la escribiera con la intención de retener o atesorar lo que sentía cuando me abrazabas por aquel entonces, quizás con miedo a olvidar aquella desconcertante sensación. La nota iba dirijida a ti pero nunca tuve la intención de que la leyeras; el deseo sí, pero nunca la intención. Voy a dejar que la leas ahora porque me gusta pensar que hasta no hace mucho, me conformaba con darte uno de esos abrazos, y sin embargo ahora no concibo mi vida sin ti.
"Si, cuando te veo siento unas ganas irrefrenables de acercarme a ti y dejar que me abraces, no es porque te quiera sino porque entre tus brazos siento que me separo del suelo. Y si, cuando te abrazo siento unas ganas locas de acercarme a tu cuello, no es porque esté enamorada de ti sino porque sé que tú lo estás de mí. Si siento la necesidad de hundir mi nariz en tu jersey para intentar retener tu olor y evocarlo cuando no estés, no es porque te necesite sino porque te has hecho un hueco en mi vida. Pero quién sabe. Aunque sí sé que es porque hueles a madera y a sándalo y porque tus abrazos son de esos en los que, sin querer, cierras los ojos. Porque tienes los ojos tristes, los más bonitos y tristes que he visto nunca. Y, en realidad, no es por tus ojos, sino por cómo me miras, por cómo vences el cansancio y los problemas para dedicarme la más profunda de las miradas; y me dejas ver lo que sientes cuando se te empañan los ojos de ternura; me traspasas y haces que me entren ganas de dejarme llevar por ti, como quien se deja llevar por una pareja de baile.
Y déjame decirte que el lugar que más me gusta del mundo es el ángulo que se forma entre el final de tu cuello y el principio de tu hombro"
Está claro que sólo escribí sin pensar en el ritmo ni en las palabras, en la composición ni en si resultaría bonito de leer o no. Simplemente escribí. Escribí una nota para ti y ahora te la doy porque quizá necesites leerla. O yo necesito que lo hagas.
lunes, 24 de febrero de 2014
CARTA A UN VIEJO AMIGO
Suscribirse a:
Entradas (Atom)