viernes, 27 de diciembre de 2013

TIRAMISÚ


Saboréalo despacio,
con o sin cuchara,
pero ve lento.

T

e invito a un tiramisú. No a un tiramisú cualquiera, no uno de esos que se venden envasados por un fabricante mayorista, ni uno de esos otros que sirven en los restaurantes que creen hacer bien la receta. El tiramisú al que te invito es diferente al resto de cualquier postre porque será nuestro, para nosotros, para tu boca y la mía. Será especial también en el procedimiento de degustación pues debe comerse con las manos, usando los dedos, la punta de los dedos que habrás de chupar y saborear con la más intensa dedicación. Lo tienes enfrente de ti dispuesto en un delicado plato blanquecino. ¿Lo ves? Debes hundir primero la punta de tu corazón – el dedo corazón- para atravesar la fina y expugnable capa de cacao en polvo. Esta es apenas perceptible para el tacto de las yemas de los dedos. No es así en el caso de la segunda capa en la que deberás abrirte paso usando también el dedo índice, lo que ayudará a que haya más superficie de contacto. De esta manera habrás de introducirte lentamente en la cremosa y tibia crema de queso mascarpone. Nota cómo se rompe su consistencia, cómo se adhiere alrededor de tus dedos, atrapándote entre su sedoso y untuoso cuerpo; disfruta del tacto, de cómo resbala la crema entre tus dos dedos mientras deslizas uno contra otro. Sigue paseando y profundizando, como quien descubre el tacto de meter su mano en un montoncito de arena fría, hasta llegar al bizcocho. ¿Lo notas? Está húmedo, jugoso, impregnado de café y licor, esponjoso y delicado, hinchado y lleno de aire… rómpelo. Deshazlo con la punta de los dedos, habrás llegado ya al fondo. Ahora es cuando debes prestar más atención al resto de tus sentidos: inhala su aroma, observa su brillo, mueve los dedos rodeando ese trozo de dulce y delicado postre. Sostenlo con delicadeza ayudándote de un tercer dedo y dirígelo hacia tu boca. Estarás salivando y preparado para cerrar los ojos y disfrutar de los sabores que se acoplan perfectamente entre ellos: el bizcocho borracho de café, el queso batido, el cacao…Recibe tus dedos con toda tu boca y chúpalos,  que salgan limpios y brillantes, no te dejes nada. Y ahora paladea ese trozo de tiramisú, haz que tu lengua le dé vueltas dentro, que el sabor y la textura recubran hasta el cielo de tu boca. Traga. Chasquea la lengua. Espira el aire para notar el recuerdo de todo el sabor que se aferra a tu lengua, al interior de tu nariz. ¿Me das un trozo?


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